El día me rodea de nuevo, el sol de agosto cae sobre mi camino hacia el patio de las glicinas perceptibles a la distancia. Me gratifica el hecho de sentir su perfume y saber que están allí. Son importante para mi hoy, y lo serán mañana. Quizás carecerán de palabras y se convertirán en imágenes que rondan mi alma, no lo se. Lo dejaré para cuando llegue el momento. Hoy están aquí.
Sentada en uno de los tres canteros; en el del medio, que es el que más me gusta, puedo ver colgar los racimos. Es el único cielo de color lila azulado que allí hay, en ese pequeño universo. Me dejo invadir sin restricciones, sin reproches ya que no hay de qué, gratifica mis sentidos.
Sentada en uno de los tres canteros; en el del medio, que es el que más me gusta, puedo ver colgar los racimos. Es el único cielo de color lila azulado que allí hay, en ese pequeño universo. Me dejo invadir sin restricciones, sin reproches ya que no hay de qué, gratifica mis sentidos.
El día me rodea de nuevo, y corro hacia el patio. Las últimas gotas de rocío se evaporan despaciosamente cuando el sol de agosto cae sobre ellas. Silenciosamente el ritual comienza sin agonía, los rayitos del sol se deslizan hasta la última florcita del racimo de glicina, donde el color se ha convertido en la mejor fragancia volcada a la brisa. Y no importa, por que mañana nacerán de nuevo. Me gratifica el hecho de poder verlas en ese pequeño universo de color lila azulado y me dejo invadir, sin restricciones, carentes de palabras pero convertidos en imágenes presentes.
Los rayos de luz del sol, hilos que se enlazan entre las hojas, juegan al escondite y los veo asomarse aquí y allá. Son perceptibles a la distancia, danzan entre una y otra glicina. Mis glicinas, perfecta creación de la naturaleza.
Si quisiera podría estar viéndolas todo el día pero prefiero las mañanas, cuando nace el día, sin impurezas, cuando las horas se desperezan lentas para que el rocío comience la danza de morir y nacer cada día sobre el patio de glicinas, para que yo goce de la creación de la vida, una y otra vez.
Si quisiera podría estar viéndolas todo el día pero prefiero las mañanas, cuando nace el día, sin impurezas, cuando las horas se desperezan lentas para que el rocío comience la danza de morir y nacer cada día sobre el patio de glicinas, para que yo goce de la creación de la vida, una y otra vez.
Por: Nelly Esther Fiasque.
Nota del editor: Páginas tomadas de los borradores que dejara inconclusos, pero que merecen ser compartidos.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario